jueves, 12 de agosto de 2010

Número 12. Año 4. Primavera 2010.



“Que se atrevan a vivir la poesía”. Esta frase de André Breton le abre las páginas a las palabras, imágenes y trazos que conforman este doceavo número. También nos reta a vivir con todo lo que ello implica: dolerse hasta la columna, rompérsela, derramarse, llegar a la apoplejía. Vivir sin miedo a esa revelación de las cosas, en la conciencia de su profundidad y su peligro, de emerger desnudos.

Habría que salir a las calles para emprender ésa búsqueda, para alcanzar ese estado de abandono individual del que habla Bolaño y que es necesario para hacer poesía. El riesgo siempre está en otra parte. La auténtica arte produce moretones, nos hace rebelarnos y caer heridos. Su blasfemia: arrojar un escupitajo hacia el cielo que indistintamente viene a caernos en la cara.

Las cifras de lesionados en este número son: Zacatecas 1, Morelos 1, Tabasco 1, España 1, Brasil 1, Jalisco 2, Argentina 2, Distrito Federal 3 y San Luis Potosí 4.


DESCONTEXTO
Fotografía: Igor Nieto

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Vagabundo
Quetzalli Téllez
San Luis Potosí, México.

Un bostezo se escabulló
entre sus dientes;
abrió el hocico y dejó entrar el sueño.

La noche ennegreció
en sus ojos;
bajo la luz de un farol
se reflejaba la luna
en los charcos.

Cerró la boca, se detuvo,
lamió sus colmillos
sus patas ablandaron
el pavimento.

Durmió con la certeza
de que había
suficientes estrellas
para abrigarlo.



Cosas que pasan
Jorge Jiménez del Moral
Igualada, España.


El día que enterramos a mi abuelo fue el día más feliz de mi vida. No porque el pobre hombre por fin reposara bajo tierra, le quería mucho, sino porque al salir del cementerio conocí a Claudia.
Según me contó ella tres cafés más tarde en tres días diferentes, también para ella fue el día más feliz de su vida. No porque al salir del cementerio me conociera a mí, que a no ser por los acontecimientos posteriores yo no hubiera pasado de ser un detalle más en su vida, sino porque ese día enterraban a su hermana gemela.

No se llevaban muy bien.

Y poco más puedo contar. Al cuarto café una invasión extraterrestre arrasó la humanidad tal y como la conocíamos y dio al traste con lo que podría haber sido una hermosa historia de amor. O por lo menos, una anécdota jugosa.



Mujeres de Sal
Pilar Alba
Zacatecas, México.

Para Amanda Cárdenas
o Cecilia,
o como sea.


Mujeres de sal
se decían
iban de un lado a otro
iban
venían

Contoneando las caderas
rompiendo corazones
que se resarcían con un parche
una curita

Sin derramar lágrimas
se iban
arrojando escupitajos al cielo
que iban indistintamente
a caerles en la frente
a mancharles la cara.




Aplausos
Francisco Enríquez Muñoz
Ciudad de México.


Cierta tarde, un científico dejó caer a un bebé desde la terraza de un rascacielos. Mientras el crío iba cayendo, su arrojador anunció que aquella vida se extinguiría al impactar contra el suelo. Su vaticinio resultó correcto. Todos aplaudieron.



Apoplejía
Octavio García
Chapala, México.

la sangre deja de caminar
se apaga el semáforo sinapsis
cual río, se desborda la sudoración
gota a gota ante el pecho-mar
crece la crisis;

el movimiento grueso
se des-hace
fino
como el otro,
cuando
viene el des-gaste,

los pies tiras
los dedos
obsoletos,

las piernas planas
arcos estáticos
descansan intrépidos,

los brazos pardos
el calor reclaman

ojos tristes,
pesados
lloran viendo el alma,

pensamientos sostenidos
en éter puro

tu nombre gritan
la muerte bella
por la piel
transita
en lleno placer

de avisarme
que no es de apoplejía
de lo que muero

si no,
del suave
respirar
del chemo.

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